DORIANA Audiolibro Por erlantz gamboa arte de portada

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DORIANA

De: erlantz gamboa
Narrado por: Virtual Voice
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Este título utiliza narración de voz virtual

Voz Virtual es una narración generada por computadora para audiolibros..

Acerca de esta escucha

Esta novela, de tema fuerte, cuenta la historia de una muchacha a quien el destino no le ha favorecido en absoluto. Desde su nacimiento, ha sufrido la falta de cariño, que le ha forjado un carácter esquivo, lleno de odio. Los demás componentes de la novela también son gentes cuyas existencias se han cimentado en el rencor, el engaño o la desgracia. No son personas desconocidas, ya que nos los encontramos en cada esquina. La novela está basada, si bien de manera muy libre, en un cuento del centro de México. La incorporación de un policía, obsesionado por la joven, sirve para que la narración se oscurezca aún más, si eso es posible. -Si me enseñas tu silbato, yo le enseño mi castañuela. El seminarista no entendió, porque no era muy afecto a la música. Puso, sin esfuerzo, cara de bobo, y declaró: -Yo no tengo silbato. -¡Claro que sí! Ahí. Ella señaló la bragueta de él, y Serafín admitió que no silbaba pero sí metía mucho ruido. Se sonrojó completamente. Purita no sentía vergüenza alguna, ya que eso de mostrar atributos era normal entre sus primos. Y no solamente mostrarlos, sino verificar si funcionaban. Se habían criado juntos, y anduvieron desnudos muchos años. Luego, al crecer, se les olvidó ponerse la ropa en ciertas ocasiones. -¿Tienes vergüenza porque eres seminarista?- preguntó ella. -No. Tengo vergüenza porque nunca se lo he mostrado a una mujer. -Pues ya es hora de que empieces. Yo he visto muchos, y puedo decirte si es normal. Lo de muchos no era exageración, aunque tuviera solamente dieciséis años. -Eso lo sé yo, sin ayuda. -Quiero decir si es grande o pequeño. -Normal – aceptó él, quien conocía los de varios seminaristas. -A ver. Sin turbación alguna, Purita se quitó la braga, y alzó su vestido. Los ojos de Serafín quisieron saltar de su rostro y lanzarse sobre aquello. Era su primera vagina. No había jamás una, a no ser muy de niño, pero no lo recordaba. De nuevo, no podía compararla con las de su archivo mental, pues éste estaba vacío. -No puedes “metérmelo” – anunció ella, con la mayor naturalidad y desparpajo-, porque no tienes un condón.
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