Vengeance no es solo un equipo de ejecutores. Es un destino… donde la moral y el sentido común se quedan en la puerta.

En el restaurante de carretera donde trabajo, todas sabemos la regla: Vengeance viene en paquete. Los tres ejecutores de los Ruthless Reapers no solo comparten un trabajo, también comparten a quien se atreva a subir con ellos a una de las habitaciones del segundo piso.

Cada vez que entran al restaurante, me miran. Tres lobos esperando pacientemente a que yo diga que sí y me convierta en su próxima presa.

¿Pero sabes qué? No, gracias. Estoy en los últimos seis meses de mi plan de cinco años para convertirme en doctora certificada. Y entregarle mi cuerpo a tres motociclistas forajidos no está en mi lista de decisiones sensatas. Además, ya aprendí por las malas que no se puede confiar en nadie más que en una misma.

Así que no. De ninguna manera. Ni pensarlo. No importa que me revuelvan el estómago de nervios ni que despierten zonas muy olvidadas con pensamientos extremadamente indebidos. No me voy a desviar de mi plan.

Pero entonces, el novio de mi tía me ataca. Y en un momento de desesperación, llamo a Vengeance. Al siguiente, despierto en su cama.

Ahora Vengeance me tiene. Y los Reapers no salen con chicas. Ellos POSEEN.

Nuevo plan: descubrir cómo escapar de estos tres hombres antes de que me convenzan de darles todo lo que quieren. Mi cuerpo, mi mente, mi corazón… y tal vez, hasta mi alma.