¿Te cuento una Historia? Audiolibro Por Martha Whittington arte de portada

¿Te cuento una Historia?

La Bruja

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¿Te cuento una Historia?

De: Martha Whittington
Narrado por: Virtual Voice
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Este título utiliza narración de voz virtual

Voz Virtual es una narración generada por computadora para audiolibros..

Acerca de esta escucha

Fragmento de esta historia:

—“¡Benito! ¡Benito!” Grité, pero no me respondió.

Otro gruñido proveniente de mi derecha llamó mi atención; el sonido estaba muy cerca de mí como para ignorarlo.

Instintivamente volteé la cara hacia el gruñido para ver si podía ver algo en la oscuridad.

El viento estaba empezando a entrar de nuevo por la ventana, pensé que tal vez habíamos estado durante un minuto en el ojo del huracán -o lo que eso fuera- y ahora venía el resto de él, a pasarnos por encima de nuevo.

Algo me saltó encima, derribándome al suelo; me golpee la cabeza contra los barrotes de la celda.

Pensé que había sido Benito el que me saltó encima, en un arranque histeria, pero tuve que descartar la idea en cuanto puse mis manos sobre ‘eso.’

Aquello tenía más la forma de una bestia que la de un humano.

Tenía grueso pelaje, tieso e hirsuto; de paso, el animal era bastante pesado.

Traté de quitármelo de encima y vi un par de ojos rojos en la oscuridad, mirándome con fijeza.

No había tiempo para pensar o reflexionar en lo que pasaba en ese momento.

Claramente el perro ese trataba de morderme a como diera lugar, yo lo único que pensé hacer fue poner mis manos sobre su cara y hundir mis pulgares en sus ojos, usando toda la fuerza que me quedara.

Escuché al animal chillar de dolor y los dos destellos en color rojo desaparecieron.

Aproveché ese momento para voltearme y sacar los brazos por entre los barrotes de la celda, tratando de encontrar la escopeta de doble cañón.

La encontré y la pasé por entre los barrotes.

Giré a tiempo para ver un leve destello de rojo enfrente de mí, y asumí que sería uno de sus ojos.

No había espacio entre la criatura y yo para apuntar por lo que usé la culata para golpearlo, en donde calculé estaría la nariz del animal.

Escuché otro chillido de dolor, seguido de un gruñido enfurecido.

Me empujé con las piernas hacia la esquina de la celda, todavía con el pesado animal encima, tratando de deslizarme por debajo de él.

Corté cartucho y apunté el arma hacia su cara.

Disparé.

Corté cartucho en sucesión y disparé de nuevo.

El corto flash de los disparos revelo algo enorme, negro y peludo sobre mí.

El viento rugía dentro de la celda nuevamente.

De pronto, el peso encima de mí comenzó a hacerse más ligero, como si la criatura se estuviera encogiendo, o como si estuviera elevándose del suelo.

Disparé de nuevo y escuché un lejano lloriqueo de perro, haciendo eco en la celda.

Pero algo seguía todavía encima de mí.

Sentí unas manos grandes en mi cuello, tratando de estrangularme.

Me pareció que era una persona pequeña pues no pesaba mucho encima de mí, pero tenía manos inusualmente grandes y fuertes.

Solté la escopeta y puse mis manos encima de la suyas en la oscuridad de la noche, y palpé muchos anillos grandes, de distintas formas.

Los dedos eran gruesos y estaban torcidos. También sentí uñas afiladas sobre la piel y ya no pude respirar.

Un rayo iluminó la celda y vi la cara más horrenda que jamás ví en mi vida.
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