Bennet Omalu y el escándalo de las terribles contusiones y encefalopatías traumáticas de la NFL Podcast Por  arte de portada

Bennet Omalu y el escándalo de las terribles contusiones y encefalopatías traumáticas de la NFL

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Bennet Omalu y el escándalo de las terribles contusiones y encefalopatías traumáticas de la NFL — Cuando el doctor Bennet Omalu abrió el cráneo de Mike Webster, no solo estaba haciendo una autopsia. Estaba abriendo la puerta a una guerra. Una batalla solitaria contra una de las instituciones más poderosas de Estados Unidos: la NFL. Todo empezó con una imagen inquietante, un cerebro dañado más allá de lo imaginable. — Mike Webster no era un cualquiera. Era una leyenda del fútbol americano. Jugador estrella de los Pittsburgh Steelers, campeón de cuatro Super Bowls, miembro del Salón de la Fama. Pero murió con tan solo 50 años, tras años de sufrir problemas mentales. Vivía en una furgoneta, consumía solo dulces, oía voces, sufría depresiones, adicciones, y ataques autodestructivos. — Cuando su cadáver llegó a manos de Omalu, algo no cuadraba. El corazón de Webster falló, sí, pero su cerebro contaba otra historia. Omalu detectó signos de encefalopatía traumática crónica, una enfermedad degenerativa ya vista en boxeadores. Pero había algo más. Algo que no aparecía en los exámenes médicos convencionales. — Con su propio dinero, Omalu investigó a fondo. Descubrió que, en sus quince años de carrera, Webster había recibido el equivalente a 25.000 golpes leves en la cabeza. Daños similares a los del alzhéimer. La evidencia era clara. Y decidió publicarla. — El artículo apareció. Y ardió Troya. La NFL reaccionó con furia. Campañas de desprestigio. Burlas. Amenazas. “¿Quién es este médico africano?”, decían. “¿Quién lo financia? ¿Qué pretende?”. Incluso sus propios abogados le advirtieron: “Estás atacando al deporte más amado del país. Es como quemar la bandera nacional en pleno estadio”. — Pero Omalu no se echó atrás. Movido por el juramento hipocrático, montó un laboratorio en su casa y siguió investigando. Continuó analizando cerebros. Y los patrones se repetían. Los mismos daños, y las mismas historias. Jugadores muertos jóvenes, suicidios inexplicables, vidas destrozadas. Encontró 17 casos. Y en los 17, las mismas lesiones. — En 2006 volvió a publicar. Y la NFL volvió a negar la evidencia. Dijeron que esas lesiones solo se veían en boxeadores. Pero el muro empezó a resquebrajarse. Llegaron las demandas. Jugadores acusando a la liga de ocultar la verdad. Más de 4.500 exjugadores exigiendo justicia. — La ciencia se impuso. En 2009, la NFL tuvo que ceder. Reconocieron públicamente que los golpes en la cabeza podían causar encefalopatía traumática crónica. Aunque, eso sí, solo detectable tras la muerte. No antes. — Una cifra lo decía todo: de 111 cerebros de jugadores analizados post mortem, 110 presentaban signos de la enfermedad. — Y, aun así, el cambio es difícil. Prevenir estas lesiones implica modificar las reglas del juego. Penalizar ciertas jugadas. Cambiar los cascos. Pero muchos se resisten. “El fútbol americano es así”, dicen. “Nunca será un deporte para señoritas”. — Hoy Bennet Omalu es jefe de medicina forense en San Joaquín, California. Vive con su esposa y sus dos hijos. Tiene doble nacionalidad: nigeriana y estadounidense. Y su historia llegó al cine. Will Smith protagonizó la película titulada: La verdad oculta, en su traducción al español. Donde protagoniza la hazaña de este doctor. — Pero lo perturbador sigue latente. Porque cada partido, cada golpe, es una moneda al aire. Y mientras la industria factura millones, las mentes rotas de sus gladiadores siguen siendo el precio silencioso del espectáculo.
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