
La Prueba Semana 6
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Este pasaje de Santiago es una llamada de atención seria sobre el poder de nuestras palabras. Nos confronta con una verdad incómoda: la lengua es pequeña, pero tremendamente poderosa. Aunque se trate de un órgano físico muy pequeño, tiene la capacidad de dirigir vidas, destruir relaciones o sanar corazones.
1. El poder de la lenguaSantiago compara la lengua con tres cosas pequeñas que controlan grandes fuerzas:
- El freno de un caballo controla a un animal enorme.
- El timón de un barco dirige una nave inmensa.
- Una chispa puede encender un incendio forestal devastador.
Así es la lengua: aparentemente insignificante, pero capaz de dirigir el rumbo de una vida, una familia, o incluso una iglesia. Las palabras pueden animar o destruir, inspirar o apagar, construir o derribar. No hay término medio: tus palabras son herramientas o armas.
2. El veneno en la lenguaSantiago advierte que la lengua también es peligrosa:
“...es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.” (v.8)
Podemos usar nuestras palabras para mentir, calumniar, herir, difamar, o predicar falsamente.
Incluso los que predican la Palabra de Dios, si no son responsables con su enseñanza, pueden escupir veneno espiritual y causar confusión y daño eterno.
Además, muchas veces usamos las palabras con doble moral: bendecimos a Dios en la iglesia, pero maldecimos a otros en casa o en redes sociales. Esta hipocresía es inaceptable a los ojos de Dios.
Las heridas por palabras duelen más que las físicas. Todos hemos sido marcados por comentarios hirientes, y también hemos herido a otros. Por eso Santiago señala que no podemos tomar a la ligera lo que decimos.
3. El potencial de la lenguaLa lengua, aunque difícil de controlar, tiene un gran potencial para el bien:
- Puede alabar a Dios.
- Puede bendecir a los demás.
- Puede compartir el evangelio, que es la palabra de vida.
Los Proverbios también lo confirman:
- “La lengua apacible es árbol de vida” (Prov. 15:4)
- “La muerte y la vida están en poder de la lengua” (Prov. 18:21)
- “La lengua de los sabios sana” (Prov. 12:18)
Sin embargo, Santiago aclara que nadie puede domar la lengua por sí mismo. No se trata de técnicas humanas, sino de una transformación del corazón. Solo Jesucristo puede cambiar lo que decimos, porque solo Él puede cambiar lo que somos. Cuando Él reina en nuestro corazón, nuestras palabras empiezan a reflejar Su carácter.
Preguntas para discusión profunda- ¿Has notado cómo tus palabras pueden afectar el ambiente en tu casa, tu iglesia o tu trabajo? ¿Qué tipo de atmósfera estás creando con lo que dices?
(Piensa en si tus palabras últimamente han sido más como una chispa destructiva o como un bálsamo sanador).
- ¿Por qué crees que Santiago insiste tanto en que “nadie puede domar la lengua”? ¿Qué papel juega el Espíritu Santo en ayudarnos a hablar con sabiduría y gracia?
(Analiza la diferencia entre autocontrol humano y transformación espiritual).
- ¿Qué hábitos podrías empezar esta semana para alinear tus palabras con el carácter de Cristo?
(Ej. orar antes de hablar, leer y meditar en versículos sobre el habla, pedir perdón por palabras hirientes, practicar el silencio cuando sea sabio).