Llegan los Dinonegacionistas. Los que no creen que existieron los dinosaurios. Podcast Por  arte de portada

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Llegan los Dinonegacionistas. Los que no creen que existieron los dinosaurios. — A lo largo de la historia, las conspiraciones han tenido muchas formas. Algunas, extrañas. Otras, simplemente absurdas. Pero pocas son tan desconcertantes como esta: la idea de que los dinosaurios nunca existieron. — Según esta teoría, los fósiles que vemos en los museos... no son más que una invención. Una fabricación moderna para engañar a la humanidad y manipular su comprensión del pasado. Aunque parezca inverosímil, este relato ha ganado adeptos. Y no pocos. — Para entender cómo nace todo esto, hay que volver al siglo XIX. Fue entonces cuando empezaron los primeros hallazgos importantes de fósiles. En pleno auge de la ciencia y la exploración. Pero también en una época donde abundaban los errores, las exageraciones... y las reconstrucciones equivocadas. Como la del Iguanodon, por ejemplo, que se armó con pulgares en forma de cuernos. — Estas primeras pifias iniciales, junto con ciertas “inconsistencias” en los hallazgos posteriores, dieron pie a las dudas. Y con el tiempo, esas dudas se convirtieron en teorías. Teorías que apuntaban directamente a una conspiración científica a escala global. — Los defensores de esta idea aseguran que muchos de los fósiles más importantes fueron hallados en zonas de acceso restringido. O bajo el control de los gobiernos y las grandes instituciones. Afirman que los restos son solo fragmentos sueltos, fáciles de falsificar. Y que en los albores de la paleontología, cuando la tecnología era rudimentaria, se colaron demasiadas "evidencias" manipuladas. — Incluso señalan casos reales de fraude, como el del Archaeoraptor, aquel fósil mal ensamblado que engañó al mundo durante un tiempo. Para ellos, es una prueba suficiente de que todo el relato de los dinosaurios podría estar construido sobre una mentira. — Pero ¿por qué inventarse los dinosaurios? ¿Qué ganaría alguien con ello? — Algunas versiones hablan de un plan ideológico. Según éstas, las élites científicas habrían fabricado la historia de los dinosaurios para desacreditar las visiones religiosas y promover la teoría de la evolución. Otras versiones señalan un motivo más mundano: el dinero. Dicen que los museos y las universidades necesitaban algo espectacular para atraer fondos, visitantes y lograr la fama. Y nada mejor que las criaturas gigantescas y extintas para lograrlo. — Incluso hay quienes sostienen que todo forma parte de una estrategia de distracción. Algo pensado para desviar la atención de los misterios más profundos. Como las civilizaciones avanzadas desaparecidas. O las verdades incómodas sobre nuestro origen que estarían siendo silenciadas. — El libro *Dinosaurs: The Greatest Hoax*, de Mark Wallis, es uno de los pilares de esta corriente. Mezcla los datos, las teorías y las sospechas para construir un relato que desafía a décadas de ciencia. Y encuentra su eco, sobre todo, en dos grupos: los religiosos fundamentalistas y los pseudocientíficos. Unos, por motivos teológicos. Los otros, por puro escepticismo hacia todo lo establecido. — A pesar de lo que digan, la paleontología moderna dista mucho de ser un juego de niños. Cada fósil hallado se somete a análisis complejos. Se datan con las técnicas precisas. Se estudian en su contexto geológico. No se trata de huesos aleatorios... sino de piezas que encajan en un rompecabezas global, que lleva siglos formándose. — Pero las redes sociales han cambiado las reglas del juego. En plataformas como YouTube o Facebook, estos discursos conspiranoicos encuentran su terreno fértil. Se viralizan. Se repiten. Y logran sembrar dudas incluso entre quienes nunca se habrían cuestionado la existencia de los dinosaurios. — Esto ha tenido un impacto real. En algunos lugares, se ha presionado para eliminar la enseñanza de la evolución en las escuelas. Se argumenta que, si los dinosaurios son una farsa, tal vez todo lo demás también lo sea. — La psicología detrás de estas creencias es poderosa. Cuando el mundo parece incomprensible, muchas personas prefieren una historia alternativa. Algo que les devuelva el control, aunque sea a través de una ficción. — El negacionismo no es solo una opinión. Es un síntoma. Un reflejo del malestar con la ciencia, con las instituciones, con el mundo tal como es. Y también, una llamada de atención. Porque si dejamos que estas ideas se expandan sin respuesta, corremos el riesgo de perder mucho más que una discusión sobre los fósiles. Podríamos perder la verdad. Y con ella, el futuro.
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