¿Alguna vez has querido huir de todo? En este episodio de Despertando Gigantes, exploramos el Salmo 139 y la profunda verdad de que no hay lugar donde podamos escondernos del amor de Dios.

Su presencia nos alcanza en la oscuridad, en la tristeza, en la confusión… y también en la alegría. Descubre cómo este pasaje puede transformar tu vida, recordándote que Dios te conoce, te busca y nunca se rinde contigo.

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Como servidores, no basta el entusiasmo humano; necesitamos la unción del Espíritu Santo. Dice el Papa Francisco:

“Un cristiano sin el Espíritu Santo es un hombre o una mujer de museo. El Espíritu Santo es el protagonista de la vida cristiana.” (Homilía, 13 de mayo de 2013)

“Si el alma está llena de fuego del Espíritu Santo, todo lo que toca se convierte en fuego.” —Santa Catalina de Siena

Dios es quien llama. Nuestra vocación como servidores nace del corazón del Padre que nos elige y nos envía. Pero con el paso del tiempo, el cansancio, la rutina o la falta de intimidad con Dios pueden apagar el fuego con el que comenzamos. Hoy, el Señor nos invita a volver al primer amor, a renovar el compromiso y la obediencia que un día brotaron de un corazón enamorado.

“Pero tengo contra ti que has abandonado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, arrepiéntete y haz las obras que hacías al principio.” (Apocalipsis 2,4-5)

Inspirado en el encuentro de Jesús con la Samaritana en el pozo (Juan 4), este tema de radio es una invitación directa del corazón de Cristo a toda alma sedienta.

A través de una reflexión profunda, Odalis Susana Gil nos lleva a descubrir cuántas veces buscamos llenar vacíos con cosas del mundo, cuando solo el agua viva de Jesús puede saciar de verdad. “Dame de Beber” no es solo el ruego de una mujer en busca de sentido, es también el clamor de Dios que hoy nos dice: “Dame tu corazón, tus heridas, tu historia... y yo te daré vida en abundancia.”

Un llamado al encuentro, a la sanación interior y a beber del manantial de la fe.

Hoy Dios quiere hablarte directamente al corazón.
💥 ¡Es tiempo de despertar el gigante de fe que hay en ti!

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La segunda conversión se refiere a un nuevo y más profundo cambio interior en la vida cristiana, después de la conversión inicial al aceptar a Cristo. Es la llamada constante a una renovación y mayor entrega. San Ambrosio decía que "en la Iglesia hay agua y lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia". La segunda conversión es esta necesidad de reconciliarnos una y otra vez con Dios, especialmente después de haber caído en el pecado o en la tibieza espiritual.

Es una respuesta diaria a la llamada de Cristo a "volver al primer amor" (Ap 2,4-5), a un compromiso más profundo de santidad, más allá de la conversión inicial.

La Misericordia de Dios"

Cuando miramos la cruz, no vemos sólo un madero… vemos la mayor manifestación de amor y misericordia que el mundo haya conocido.
En la cruz del Calvario, Dios no nos ofreció palabras vacías ni promesas lejanas: nos ofreció a su propio Hijo, entregado por amor a cada uno de nosotros.

La misericordia de Dios no es un concepto teórico. Es real, viva, personal. Es la mano tendida que nos levanta cuando caemos. Es el abrazo que nos recibe cuando volvemos. Es la sangre derramada que nos limpia y nos da nueva vida.

Detente un momento. Mira la cruz con el corazón abierto. Deja que el amor que brota de ella te renueve.
Recuerda: no importa cuán lejos hayas caminado, la misericordia de Dios te sigue buscando.
No importa cuántas veces hayas fallado, su perdón sigue disponible.
La cruz sigue hablándote hoy: "Tú vales la vida de Cristo."

Esta Semana Santa, no sólo mires la cruz… acógela, abrázala, y déjate abrazar por la misericordia de Dios.

Qué te duele hoy?

Tal vez estás luchando con el recuerdo de una pérdida, una enfermedad que debilita tu cuerpo, una relación rota o una batalla interna que parece no tener fin. Yo también he pasado por caminos difíciles. Pero en medio del dolor, descubrí una verdad que lo cambió todo:

“Por sus llagas hemos sido sanados” (Isaías 53,5).

Este versículo no es poesía espiritual: ¡es promesa viva! Jesús no huyó del sufrimiento. Lo abrazó. Lo redimió. Y transformó la cruz en medicina para nuestras almas.