• Diosas y rebeldes - La mujer que escuchaba las piedras
    Jan 6 2025

    Era el 1 de noviembre de 1866, y, aunque el aire estaba cargado de historia, nadie sospechaba que Madeleine Colani, la niña que acababa de nacer en Estrasburgo, estaba destinada a escribir una historia propia, tan inquietante y sorprendente como las excavaciones que más tarde realizaría.

    En 1909 Madeleine se embarcó en un viaje hacia un rincón apartado del mundo: Laos. En ese tiempo, las antiguas civilizaciones de Asia no eran tan estudiadas como las de Europa o Egipto, pero Madeleine sentía que allí, en la jungla de Indochina, se escondían secretos esperando ser desenterrados. En Laos, descubrió algo verdaderamente asombroso: los campos de jarras. En las montañas de Xieng Khouang, Madeleine encontró una serie de enormes recipientes de piedra, dispuestos en el terreno como si formaran parte de algún tipo de ritual ancestral.

    A pesar de sus éxitos, Madeleine enfrentó desafíos constantes. Los hombres que dominaban el mundo académico no podían aceptar fácilmente que una mujer tuviera éxito en un campo que consideraban exclusivamente suyo. Había quienes dudaban de la validez de sus conclusiones, no por la calidad de su trabajo, sino porque se negaban a reconocer que una mujer pudiera alcanzar tales logros. Incluso en su regreso a Francia, donde su descubrimiento se hizo conocido, los académicos se resistieron a otorgarle el crédito que merecía. Su trabajo en Laos, aunque importante, fue minimizado por muchos de sus contemporáneos.

    Algunos incluso insinuaron que su presencia en el campo de excavación se debía más a la casualidad que al talento.


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  • Diosas y rebeldes - Las Brontë: Hijas del viento, fuego y tierra
    Dec 30 2024

    En la soledad del páramo de Haworth, Charlotte, Emily y Anne Brontë vivieron vidas marcadas por el dolor y el silencio, pero su voz fue más fuerte que cualquier restricción impuesta. Criadas bajo la sombra de la muerte prematura de su madre y rodeadas de las austeras montañas de Yorkshire, las tres hermanas compartieron su soledad a través de libros que no solo desafiaron las convenciones de su tiempo, sino que reescribieron el destino de la mujer en la literatura.

    Charlotte Brontë, con Jane Eyre, dio forma a un grito de independencia femenina que resonó más allá de su tiempo; Emily, con Cumbres borrascosas, desnudó la tempestad interior del alma humana; y Anne, con La inquilina de Wildfell Hall, desafió los límites del matrimonio y la moralidad de su época. En un mundo que las callaba, su escritura fue el susurro rebelde que hoy aún retumba en los corazones de los lectores. Con vidas truncadas por la tragedia, su obra perdura como un testamento de valentía y visión.

    Las tres, publicando bajo seudónimos masculinos, lucharon contra el escepticismo de una sociedad que las relegaba al papel de esposas y madres. Sin embargo, su literatura reveló el alma femenina de una manera tan profunda y revolucionaria que aún resuena hoy. La tuberculosis se las llevó a todas demasiado pronto: Emily en 1848, Anne en 1849 y Charlotte en 1855, pero su legado sigue siendo inmortal. Tres hermanas que fueron viento, fuego y tierra, tres hermanas, tres mujeres, tres diosas, tres rebeldes.


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  • Diosas y rebeldes - Artemisia, el grito del lienzo
    Dec 23 2024

    Artemisia nació en Roma, pero bien podría haber nacido en Troya, con el incendio ya crepitando en las murallas. La ciudad estaba llena de pintores, mecenas, la peste del barroco. Y Artemisia, con sus ojos inmensos, su temperamento trágico, aprendía a mezclar ocres y sombras junto al caballete de su padre, Orazio Gentileschi, un pintor más del bullicio romano, tan toscano como sus silencios. Ella, la única hija mujer, tomaba el pincel con un ansia que no era femenina, según decían los vecinos. “Demasiado buena para ser una chica”, murmuraban en los talleres de Trastevere. Pero Artemisia no pintaba, sangraba.

    Era 1611 y Roma olía a humedad y conspiración. Agostino Tassi, un pintor paisajista. La violación no fue solo un acto de brutalidad, fue un crimen contra su espíritu, contra su luz. Tassi destrozó no solo a la joven Artemisia, sino también al mito que ella misma estaba gestando, esa fuerza que apenas empezaba a rugir en sus lienzos. Y cuando terminó, dejó su hedor y su huella imborrable en la tela de su alma, creyendo que el silencio de la mujer era el silencio del mundo.

    El juicio fue una exhibición de crueldad institucional. Artemisia no solo tuvo que narrar su dolor, sino defenderlo. Tuvo que probar, ante hombres que jamás podrían entenderlo, que su herida


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  • Diosas y rebeldes - Aretha, la voz que reinventó el alma
    Dec 16 2024

    Aretha Louise Franklin nació con la música en las venas y la rebeldía en los ojos. Una mujer que cantó antes de aprender a hablar y que reinó en el soul como quien se proclama soberano de su propio destino, sin esperar coronas ni aplausos. En su voz estaba América: el lamento de los campos de algodón, las plegarias del góspel, la esperanza de los que marchaban por los derechos civiles.

    Con diez años, ya huérfana de madre, Aretha cantaba en la iglesia bautista de Detroit, mientras su padre la exhibía como un diamante en bruto. Aprendió piano por instinto, por oído, como si las teclas fueran extensiones de su cuerpo, como un lenguaje secreto entre ella y Dios.

    A los doce años tuvo a su primer hijo, Clarence. A los catorce, al segundo, Edward. Dos hijos antes de ser adolescente, dos vidas que cuidar mientras la suya aún no terminaba de arrancar. Pero Aretha no se detuvo. Salió de casa, dejó a los niños con su abuela y su hermana, y se lanzó al mundo con una voz que era una promesa y una amenaza.

    En los años 60, cuando el soul comenzó a incendiar las radios y los corazones, Aretha tomó el micrófono como quien toma una bandera. Grabó “Respect” y el mundo la escuchó: no solo una canción, sino un manifiesto, un grito de guerra para los derechos civiles y la liberación femenina. En esa voz cabían todas las luchas, todas las derrotas, todas las victorias.

    Se casó, se divorció, tuvo dos hijos más. Vivió entre las luces del escenario y las sombras de su vida privada.

    Aretha Franklin no fue solo una cantante. Fue un puente entre el dolor y la redención, una luz que nunca dejó de brillar, una reina


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  • Diosas y rebeldes - Alva Myrdal: la mujer que soñó Suecia
    Dec 9 2024

    Alva Myrdal, la niña curiosa, se escondía bajo la mesa durante las reuniones políticas de su padre. Allí, entre las botas embarradas y las voces de los hombres, aprendió el arte del escuchar, que es también el arte del comprender. Fue la primera mujer en ocupar un alto cargo en la ONU, dirigiendo el Departamento de Asuntos Sociales. Se convirtió en la única ministra de Desarme del mundo.

    Su feminismo era sereno pero firme, como un río que no se detiene. Fundó Mujeres por la Paz y dedicó dos décadas al desarme nuclear, luchando en la mesa de negociación como una guerrera sin espada.

    En 1982, recibió el Premio Nobel de la Paz. Tenía 80 años y estaba cansada. Lo dijo en su discurso: "Creo que el mundo está enfermo." Y lo estaba, pero gracias a ella, quizá un poco menos.

    Murió cuatro años después, dejando un legado que no se mide en estatuas, sino en derechos conquistados. Su semilla está hoy en cada hospital público, en cada escuela gratuita, en cada mujer que puede hacer algo más que sobrevivir.

    Alva Myrdal, sí, Alva Myrdal, un nombre que hoy parece el epígrafe de un libro de historia o la placa de una calle limpia en Estocolmo. Pero no, su vida no cabe en un manual, ni en la memoria solemne de un acto oficial. Alva Myrdal fue más que un nombre: fue un siglo entero luchando contra sí mismo. La llamaron "la mujer más moderna de su tiempo", pero ese título, con su oropel de elogio fácil, nunca hizo justicia a su verdadera estatura. Fue la mujer que supo mirar el futuro y, con una paciencia infinita, construirlo. Alva Myrdal, una mujer, una diosa, una rebelde


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  • Diosas y rebeldes - La madre del blues, madre del mundo
    Dec 2 2024

    Ma Rainey no nació. La forjó el sur como quien forja un mito, con sudor y polvo, con noches eternas y días llenos de trabajo que no termina. Su voz era más antigua que ella, como si hubiera vivido en los campos, en los ríos, en los caminos donde la vida pasaba siempre con hambre. Dicen que nació un 26 de abril de 1886, aunque hay otros que la colocan en 1882, porque las fechas exactas son para los que viven en las pequeñas certezas, no para quienes, como Ma, habitan en el terreno de las leyendas.

    Su origen está escrito en el aire caliente de Columbus, Georgia, o quizá en algún rincón del condado de Russell, Alabama. Da igual. Lo que importa es que fue hija del sur, hija de Thomas y Ella Pridgett, y segunda de cinco hermanos. En su infancia no hubo promesas, solo el eco de una iglesia bautista africana y el bullicio de los espectáculos itinerantes que le abrieron una puerta. ¿Qué había del otro lado? El blues.

    Se dice que tenía entre 12 y 14 años cuando pisó su primer escenario en una competición de talentos en Georgia. La niña de mirada fuerte y voz honda ya sabía algo que los demás tardarían años en comprender: el blues no se aprende, se vive. Y ella lo vivió en carpas ambulantes, en espectáculos de circo, cantando para vender tónicos y curas milagrosas que prometían lo que solo la música podía cumplir: consuelo.

    Mientras haya alguien dispuesto a escuchar, Ma seguirá cantando, porque las madres nunca callan, y mucho menos las que dieron a luz a un género entero. Ma Rainey, una mujer, una diosa y una rebelde.


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  • Diosas y rebeldes - La reina de los pobres
    Nov 25 2024

    Nacida el 21 de abril de 1814 en Piccadilly, Londres, creció en el fulgor de una familia acomodada, pero no fueron los salones ni los vestidos de terciopelo los que atraparon su interés. Su abuelo, Thomas Coutts, un banquero de los que Inglaterra inmortaliza en mármol, le dejó una fortuna que la convirtió, a los 23 años, en la mujer más rica de Inglaterra. Podría haberse encerrado en el lujo, podría haberse casado con algún conde o marqués, como tantas. Pero no. Angela decidió que la riqueza, si no servía a los otros, no era más que un polvo brillante y estéril.

    En un mundo donde la filantropía era un pasatiempo para aliviar conciencias, ella la convirtió en una cruzada. Rechazó todas las propuestas de matrimonio que llegaron con la misma voracidad con la que se le presentaban. No quería un anillo; quería cambiar el mundo. Y lo hizo. Empezó por las escuelas, restaurando las que se caían a pedazos y levantando otras nuevas en los barrios donde la infancia moría de hambre antes de aprender a leer. Para ella, enseñar a un niño era darle un futuro, arrancarlo del círculo de miseria que lo condenaba desde la cuna.


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  • Diosas y rebeldes - La Latina, la heroína de las letras
    Nov 18 2024

    Pero Madrid, aunque celebre su nombre y lleve un barrio en su honor, no la vio nacer. Su historia empieza en Salamanca, en 1465, en una familia de hidalgos que había perdido su fortuna, como tantas veces ocurre en esas vueltas cíclicas de la nobleza. Desde niña, Beatriz mostró una inteligencia resplandeciente, de esas que deslumbran y asustan a la vez. A los quince años, dominaba ya el latín, y no de cualquier manera, sino con una precisión y una elegancia que sobresalían. Leía los textos clásicos y se deleitaba con Aristóteles, profundizando en pensamientos que pocos hombres podían entender. A los veintiún años, estaba lista para ingresar en un convento y, allí, en la quietud de los claustros, entregarse al saber y la oración. Sin embargo, cuando ya estaba a punto de emprender ese camino, llegó la llamada que cambiaría su vida: la Reina Isabel la Católica la convocó a la corte. Se convirtió en la sabia, la ilustrada, La Latina. Una mujer, una diosa, una rebelde.


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